jueves, 16 de enero de 2020

TENDENCIAS ACTUALES DE LA LITERATURA CHIMBOTANA


Las tendencias literarias actuales en Chimbote
“Causó risa al licenciado la simplicidad del ama y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego". Miguel de Cervantes.


Chimbote ha dejado de ser el epicentro de la dinámica pesquera que reinó en las décadas pasadas; atrás ha quedado ese referente que nos otorgó una perspectiva simbólica nacional. Ahora otra ciudad se ha edificado sobre los escombros de una era que va quedando relegada. El arte y la cultura no pueden estar ajenos a los vaivenes que orientan la nueva visión del hombre y de la civilización. La era del consumo y la globalización son mecanismos que se imponen por la cercanía que ofrecen los actuales medios comunicativos.
Los escritores, por lo tanto, consciente o inconscientemente están reflejando estos nuevos paradigmas. El telurismo narrativo o lírico va dejando margen para la mutación y variedad de estilos que se ven irradiados por una fuerza discursiva que sobrepasa la textualidad.

    1.   PANORAMA ACTUAL DE LA LITERATURA CHIMBOTANA
En la última década Chimbote ha asistido a un florecimiento espectacular de publicaciones de libros, revistas, opúsculos, todos orientados a engrosar el afán cultural de un pueblo que galopa a veces frenético, a veces, adormecido. La literatura chimbotana, como parte del controvertido concepto de literatura regional, no puede estar ajena a la era de la globalización. En narrativa como en poesía los escritores se han servido de estrategias y discursos postmodernos, muchas veces de una forma no intencionada. En pocos casos esto ha obedecido a objetivos preestablecidos.
Cuando refiero que en ciertas obras de la literatura chimbotana, así como en el proceso mismo que la va orientado existen rasgos postmodernos no significa que estos ejemplos sean buenos o malos en sí mismo. El postmodernismo no es una moda que supere al pasado moderno porque el mismo hecho de estar más adelante en la historia. La postmodernidad desde el punto de vista estético no es lo mejor ni lo peor, es simplemente una huella de la circunstancia que se instala en la vida actual. Es una forma de entender el mundo y el arte desde el prisma de lo efímero. De esta manera se podrá ver que las observaciones en lo literario así como en sus referentes externos, no se muestran como discursos coherentes y delineados sino a través de pinceladas de una marca que no está del todo tipificada en el medio.

1.1.  CARACTERÍSTICAS EN LA TEXTUALIDAD
a) Lo fractal o golpe al principio de unidad
El concepto de unidad —nos dice Lauro Zavala—es uno de los fundamentos de la modernidad. (Zavala, 2003). En literatura se defiende lo fragmentario frente a las narraciones totalizantes. Este hecho viene caracterizado por la falta de tiempo que distingue la vida moderna. Esta idea del fragmento, si bien es cierto no existe como una propuesta definida en la década del 90 en chimbote, si viene dado por el afán de algunos autores en escribir textos breves o intentar hacer cuentos cortos. Eso lo dice, por ejemplo, Julio Orbegozo cuando explica que siempre ha buscado hacer cuentos cortos porque la gente se aburre con los grandes textos. En este rubro de lo fractal se encierran los relatos breves —aunque carentes de unidad semiológica— de Dante Lecca con Sábado Chico y Señora del Mar, la estrategia algo fallida de construir microrrelatos de Enrique Tamay en Invención de la Bahía, el compromiso con la anécdota simple en La Noche imposible y otros disparates de Jorge Alva Zuñe, los textos brevísimos de Leonidas Delgado en el Tío Cundunda, los cuales mantienen la frescura del color local, no obstante estar opacados por el incipiente manejo de la ruptura entre anécdota como estrategia y la literaridad: condición indispensable de todo buen texto literario.
De una manera mucho más nítida y precisa están los cuadros narrativos y marginales de Jaime Guzmán que ha publicado en su revista Los Zorros. La brevedad (repito: alimentado por la esencia de la fractalidad) es una de la característica en que algunos autores vienen usando como repertorio de su narrativa.
Lo que percibimos además en estos ejemplos es que en casi todos ellos la condensación sémica y el juego de la elipsis como fuerza elusiva no están presentes. Esta ausencia es lo que contribuye a crear una estructura incipiente en los relatos. La recuperación de la idea del fragmento para darle al texto una funcionalidad autónoma no es necesariamente una posibilidad estratégica en la literatura chimbotana, sino es la muestra intuitiva que pretende asimilar marcos contextuales a través de cuadros o imágenes que vayan diseñando la configuración de una personalidad local.
b) Ex -centricidad textual
En el pensamiento postmoderno se privilegian los márgenes frente a los centros. En el terreno literario la ex-centricidad se aprecia en diversas vertientes. Una de ellas es que reivindican a las minorías que por razones de sexo, raza o ideología no han aparecido hasta ahora en la historia de la literatura. Ejemplos de esta posibilidad la encontramos claramente en Sábado chico y Señora del Mar de Dante Lecca. Aquí los actantes tienen una funcionalidad discursiva nueva para nuestra literatura: asumen voces y roles que perpetúan lo cotidiano. Este discurso, que sigue la onda del Realismo Minimalista de herencia norteamericana y que tiene muchos seguidores en Lima, penetra en las urbes y reinstala conciencias marginales que no habían aparecido antes.
Este criterio de ex-centricidad que va desplazando los centros a los márgenes que son cada vez más ambiguos, tiene el peligro de la falta de profundidad que muchas veces se puede apreciar en nuestra literatura, ya sea en cuentos, relatos, seudocuentos, novelas, seudonovelas, donde se tiende a la facilidad de la comprensión. Esto conlleva la trivialidad de lo literario.
Este último criterio lo ofrece la voz narrativa de Marco Merry, que desatendiendo un rigor técnico privilegia la argumentación minimalista. Los personajes de sus libros: niños, profesores, adolescentes marginados se caracterizan por su dinámica actancial antes que por su profundización psíquica. Lo mismo ocurre con Los cutreros y Zapatos Rotos de Orbegozo, en el mismo criterio están Sobre el Arenal de Marco Cueva, La Noche Imposible y otros disparates de Alvares Zuñe, y los textos de Dante Lecca
La mayoría de los textos narrativos tienen un hambre argumental que a su vez se satisface con estereotipos imaginativos y emotivos, como en el caso de Marco Merry (Rivarola, 1988). Este proceso se explica en parte por la relación entre los textos y su destinatario, los cuales generalmente vienen hacer los escolares. Cuando los autores buscan identificar la esencia de un puerto en la representación de personajes- tipos como pandilleros, escolares, pescadores, por lo general el repertorio para esta configuración no precipita la simbolización del sujeto descentrado, sino la anécdota que satisface la atención lectora.

En esta misma marginalidad de contexto y de falta de rigor en la construcción de un universo que debe ser autorreferencial, se ubica el fallido cuento de Francisco Vásquez Carrillo, denominado El Justiciero Ideal.
En un mejor nivel estilístico, pero en el ámbito poético encontramos a Antonio Sarmiento enarbolando la onda de lo marginal y de los bordes. Dentro de su postulado miccional, que en principio pretende ser una concepción anti-postmoderna, resulta por su mismo desparpajo y por adentrarse en lo subterráneo, (recuperación paródica del graffiti, las historietas), un discurso postmoderno. Aquí lo marginal está meditado para ser una recurrencia estratégica. Por ejemplo su historieta Ángeles Caídos, lo mismo que su poemario Cantos de Castor, es parte de esta típica propuesta. Aquí el mundo parece devorarse a sí mismo. De allí que el sujeto enunciador, su ideología y su lenguaje no son de la modernidad, sino que se instauran en la lumpenización (Sarmiento, 1999).
c) El escepticismo y la ironía
La moralidad y lo signos de lo moderno parecen haberse desgastado en una lenta caminata hacia el relativismo. Una vez impuesto el criterio de que las sociedades parecen no avanzar —como dice Jhon Zarzán—, el pesimismo corrosivo se levanta como una gran ola que buscar arrasar lo que emblematice lo caduco y nefasto. En la nueva literatura chimbotana el escepticismo como testimonio de la época se levanta fundamentalmente contra el sistema. No me refiero a los textos de intenciones sociales definidas como en algunas referencia de Julio Orbegozo, sino en aquellos que dejan el residuo de un deseo insatisfecho, como diría Saniel Lozano para referirse a Sábado Chico (Alborada, 2003). En narrativa el escepticismo abrasa a la mayoría de los libros de este género, excepto en aquellos donde el predominio de la religiosidad se impone como rescate de una ética definida de sus autores, como son los casos de Marco Merry o Félix Ruiz Suárez. Este desparpajo, a veces cargados de un escepticismo irónico, se puede apreciar en algunos cuentos de Roger Antón, Enrique Tamay y Dante Lecca. En los textos de éste último, los personajes, no obstante estar sumergidos en el territorio de la fatalidad social, el humor como estrategia mimética del coloquialismo le permite enfrentar la desdicha y el desencanto. En similar dimensión se aprecian en lo textos que conforman Monólogos para Leonardo de Ricardo Ayllón.
La ironía es intrínseca al desarrollo del escepticismo. Descreído de los metarrelatos el autor posmoderno buscar desprestigiarlo con sus juegos y
malabarismos temáticos. Esta irreverente visión que ha heredado del relativismo nietzcheano se manifiesta en el terreno de la poesía con Antonio Sarmiento a través de Cantos de Castor, Ángeles Caídos y en Miguel Rodríguez Liñán con Cadastro. Para el primero la sociedad actual está colapsando por el peso de sus contradicciones. Su poesía es el fiel reflejo –según lo manifiesta él mismo en su propuesta miccional—de la civilización de consumo. (Sarmiento, 1999). De igual modo su texto Ángeles caídos por su misma referencia subterránea, enfrenta al caos desde el caos. Por su parte Cadastro, desmitifica el sentido de la belleza del verso como referencia moderna. Añade a su propia función poética –cuestión que no anula el catalogar estos poemas de Liñán de antiestéticos—vocablos del entorno económico. Ayllón al referirse a este poemario lo califica de antipoético, de parodiante, cuestión que resulta ser adecuada, al margen de que su poeticidad tenga un extravagante juego de signos. En estos malabares la idea de función poética clásica de Roman Jakobson y el binarismo significado/significante parecen colapsar, acercándose más al discurso de Jacques Derrida.
La ironía, por lo tanto, en el postmodernismo tiene siempre una referencia a la negación, al desparpajo, al dulce cinismo de la inconformidad (caso Jaime Guzmán en sus relatos marginales). Por eso es que el humor que pueden ofrecer otros relatos, como el de Marco Merry y Leonidas Delgado sean más modernos que postmodernos. La celebración festiva de sus entornos personales los adueña de una eficacia sólo mimética.
d) Amagos intertextuales
La intertextualidad postmoderna en literatura se manifiesta como una forma de parodiar a otros textos o incluir en el texto nuevo un concurso de estilos como el collages, donde se mezclan formas o se intenta satirizar u homenajear el pasado. En la literatura actual de chimbote no se muestra esta característica con una nitidez que permita extraer conclusiones definibles; no obstante, hallamos en Jaime Guzmán, con sus textos firmados con seudónimos sugerentes y sus cuadros narrativos sui géneris una estructura parodiante.
Por otro lado las muestras experimentales que hallamos en la poesía de Ricardo Ayllón con DES/NUDOS, donde recupera estéticas vanguardistas, homenajea el conceptismo de la síntesis entre poesía y pintura. En este mismo rubro Ricardo Cotrina tiene poemas intertextuales que se alternan con viñetas surrealistas. Aquí busca darle a las palabras un estilo que se despoje de la significatividad moderna para adquirir en la nueva estructura un diseño que juegue con las competencias del lector.
Los textos de El anciano y la Serpiente de Félix Ruiz Suárez no son postmodernos a pesar de que se estructuran en torno de la parábola y de la fábula, debido a que la funcionalidad de los signos son conservadores. No hay irreverencia. El aparente homenaje al pasado se diluye por esta referencia moralista.


1.2. CARACTERÍSTICAS EN LA EXTRATEXTUALIDAD
a) Reconocimiento de nuestra axiología literaria dentro del sistema
Una vez desplazado el criterio de que la verdad era absoluta o pertenecía una élite como en el modernismo, los artistas posmodernos fracturan las verdades y las relativizan. Este criterio, repito, que se hereda desde las comarcas de Nietzche otorga a las particularidades (regiones) el reconocimiento de que su axiología tiene validez universal. Por eso el criterio de Literatura Chimbotana es reconocible. En este contexto coincido con la idea de Gonzalo Pantigoso cuando incorpora la visión regional al signo de lo nacional. El centro se ha roto para siempre, el centralismo está condenado a sucumbir en su propia contradicción. No lo harán los actores culturales, lo hará el propio cáncer que ya lo esta aniquilando. Por eso que la pluralidad de voces se está haciendo escuchar cada vez más en los discursos regionales. Lima va dejando de ser el epicentro de la modernización y dentro de algunos años otros mecanismos gobernarán el curso dialéctico social. En chimbote se percibe este reconocimiento de los escritores que están convirtiendo los textos en pretextos (crítica literaria).
b) Masificación del producto y multiplicación organizativa
Hay cierta coincidencia en que el boom de la literatura chimbotana, en el orden de las publicaciones, obedece a la era de globalización. Si bien es cierto, como dice Rafael Pineda Reyes, de que la literatura regional tiene poca fuerza para competir todavía afuera, por la primacía de los autores consagrados (Alborada, 2003), no obstante la creciente masificación de ventas en la localidad obedece a una nueva visión de la literatura. No es coincidente que la narrativa se venda más y que la poesía quede relegada al conjuro monacal de la crítica. Las continuas reediciones de Todo por Amor y Del Mar a la Ciudad, fenómenos singulares en comparación con el resto de provincias, son ejemplos de esta direccionalidad. A esto se unen autores que compiten por entrar al mercado que es básicamente escolar. Por eso no se casual que muchos poetas incursionen en la narrativa, campo que les ofrece un mayor universo de lectoría.
También en esta nueva era la literatura busca otros medios de difusión como el uso del Internet. La aparición de Navíos, revista virtual que nace con la colaboración de Javier Urbano, Ricardo Ayllón y otros, se une al Ornitorrinco, en cuyos canales se viene publicando los textos de poetas y narradores locales.
El producto se abarata, la masificación crece y las voces relegadas van alcanzando un sitial en la narrativa y en la poesía, como es el caso de las periódicas publicaciones que hiciera Víctor Hugo Alvítez, con sus series Cuéntame maruchita y Remando.

Por otro lado las organizaciones y voces alumbradas por la emotividad y el deseo de querer perpetuar el presente se multiplican. Esto es un típico anuncio de la posmodernidad. Es que el ser humano al irse diluyendo tiene la necesidad de dejar huella. Bajo este crisol surgen nuevas revistas, nuevas plaquetas. Ya sea en forma individual o grupal el artista chimbotano busca potencializar su escritura y su voz en la totalidad del producto. A veces se mueve más por el entusiasmo que por el rigor técnico y lingüístico. Tampoco les importa si emergen para vivir por un día y para ser olvidados por su no persistencia en el trabajo literario. Esta discontinuidad es una típica marca de lo postmoderno.
c) Deconstruccción del término Escritor Moderno
Esta característica, al igual que las otras mencionadas, se inserta en casi todas las llamadas Literaturas Regionales del Perú. Se ha desmitificado el término de escritor como se lo consideraba dentro de la Modernidad. El escritor no es más el que representaba la conciencia de su comunidad nacional. La multiplicidad de voces y de valores contrarresta esta postura, al margen de que los escritores consagrados (Caso Vargas Llosa) sigan esta perspectiva.
Por lo tanto partimos de una noción simple: si existe literatura chimbotana es lógico que el término escritor adquiera una nueva significatividad. El relativismo cultural y la deconstrucción enseñan que los metatextos que asumen una visión crítica cerrada para convertirse en filtros estéticos son absolutamente interpretables. ¿Cómo definir la verdad con respecto a esta idea? ¿Quién tiene la verdad para tipificar lo bueno de lo no bueno? Esto se aclara según Lyotar performativamente, es decir mediante el uso de un cierto poder de decir de los participantes. Por lo tanto el término escritor chimbotano es un concepto que reconoce la pluralidad de voces, que asume que la verdad antes diseñadas sobre un centro único ha caducado. Otra cuestión es catalogar al escritor dentro de jerarquías valorativa. En esto concurre el criterio del metatexto y la cooparticipación efectiva de sus sujetos enunciadores (escritores) y donde se considere que todo texto sea capaz de ser asumido como un pretexto que requiera su deconstrucción.
Ahora el peligro de este concepto Escritor reside en llevar al extremo la idea de los bordes, como decía Lyotard. Cuando la literatura se trivilializa en su intención estética, cuando los medios tienen el desparpajo de producir sin tregua porque el sujeto asume su verdad como la verdad y, cuando el receptor es incapaz de asumir un juicio definido, surgen sujetos enunciadores que aprovechan estos márgenes. No faltará en este sentido una banalización de la literatura para desembocar en lo sub-literario y hasta caer en la negación de la misma. Esto va más allá de lo estrictamente textual, y tiene que ver con el lector y texto. Es increíble que existan receptores que pueden aceptar seudonovelas como Renacimiento del Amor, de peligrosa circulación en los medios escolares chimbotanos. Esto está motivado muchas veces por docentes carentes de todo criterio. La absoluta precariedad de este discurso y la confianza autodeterminativa de su autor, nos muestra el riesgo en que se cae cuando los instrumentos de la postmodernidad –en el contexto social- se vuelven extremos.


Autor: ELVIS JOE TERRONES RODRÍGUEZ.


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