Las tendencias literarias actuales en Chimbote
“Causó risa al licenciado la simplicidad del
ama y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para
ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de
fuego". Miguel de Cervantes.
Chimbote ha dejado
de ser el epicentro de la dinámica pesquera que reinó en las décadas pasadas;
atrás ha quedado ese referente que nos otorgó una perspectiva simbólica
nacional. Ahora otra ciudad se ha edificado sobre los escombros de una era que
va quedando relegada. El arte y la cultura no pueden estar ajenos a los
vaivenes que orientan la nueva visión del hombre y de la civilización. La era
del consumo y la globalización son mecanismos que se imponen por la cercanía
que ofrecen los actuales medios comunicativos.
Los escritores,
por lo tanto, consciente o inconscientemente están reflejando estos nuevos
paradigmas. El telurismo narrativo o lírico va dejando margen para la mutación
y variedad de estilos que se ven irradiados por una fuerza discursiva que
sobrepasa la textualidad.
1.
PANORAMA ACTUAL DE LA LITERATURA CHIMBOTANA
En la última
década Chimbote ha asistido a un florecimiento espectacular de publicaciones de
libros, revistas, opúsculos, todos orientados a engrosar el afán cultural de un
pueblo que galopa a veces frenético, a veces, adormecido. La literatura
chimbotana, como parte del controvertido concepto de literatura regional, no
puede estar ajena a la era de la globalización. En narrativa como en poesía los
escritores se han servido de estrategias y discursos postmodernos, muchas veces
de una forma no intencionada. En pocos casos esto ha obedecido a objetivos
preestablecidos.
Cuando refiero que
en ciertas obras de la literatura chimbotana, así como en el proceso mismo que
la va orientado existen rasgos postmodernos no significa que estos ejemplos
sean buenos o malos en sí mismo. El postmodernismo no es una moda que supere al
pasado moderno porque el mismo hecho de estar más adelante en la historia. La
postmodernidad desde el punto de vista estético no es lo mejor ni lo peor, es
simplemente una huella de la circunstancia que se instala en la vida actual. Es
una forma de entender el mundo y el arte desde el prisma de lo efímero. De esta
manera se podrá ver que las observaciones en lo literario así como en sus
referentes externos, no se muestran como discursos coherentes y delineados sino
a través de pinceladas de una marca que no está del todo tipificada en el
medio.
1.1. CARACTERÍSTICAS EN LA TEXTUALIDAD
a) Lo fractal o golpe al principio de
unidad
El concepto de
unidad —nos dice Lauro Zavala—es uno de los fundamentos de la modernidad.
(Zavala, 2003). En literatura se defiende lo fragmentario frente a las
narraciones totalizantes. Este hecho viene caracterizado por la falta de tiempo
que distingue la vida moderna. Esta idea del fragmento, si bien es cierto no
existe como una propuesta definida en la década del 90 en chimbote, si viene
dado por el afán de algunos autores en escribir textos breves o intentar hacer
cuentos cortos. Eso lo dice, por ejemplo, Julio Orbegozo cuando explica que
siempre ha buscado hacer cuentos cortos porque la gente se aburre con los
grandes textos. En este rubro de lo fractal se encierran los relatos breves
—aunque carentes de unidad semiológica— de Dante Lecca con Sábado Chico y Señora
del Mar, la estrategia algo fallida de construir microrrelatos de Enrique Tamay
en Invención de la Bahía, el compromiso con la anécdota simple en La Noche
imposible y otros disparates de Jorge Alva Zuñe, los textos brevísimos de
Leonidas Delgado en el Tío Cundunda, los cuales mantienen la frescura del color
local, no obstante estar opacados por el incipiente manejo de la ruptura entre
anécdota como estrategia y la literaridad: condición indispensable de todo buen
texto literario.
De una manera
mucho más nítida y precisa están los cuadros narrativos y marginales de Jaime
Guzmán que ha publicado en su revista Los Zorros. La brevedad (repito:
alimentado por la esencia de la fractalidad) es una de la característica en que
algunos autores vienen usando como repertorio de su narrativa.
Lo que percibimos
además en estos ejemplos es que en casi todos ellos la condensación sémica y el
juego de la elipsis como fuerza elusiva no están presentes. Esta ausencia es lo
que contribuye a crear una estructura incipiente en los relatos. La recuperación
de la idea del fragmento para darle al texto una funcionalidad autónoma no es
necesariamente una posibilidad estratégica en la literatura chimbotana, sino es
la muestra intuitiva que pretende asimilar marcos contextuales a través de
cuadros o imágenes que vayan diseñando la configuración de una personalidad
local.
b) Ex -centricidad textual
En el pensamiento
postmoderno se privilegian los márgenes frente a los centros. En el terreno
literario la ex-centricidad se aprecia en diversas vertientes. Una de ellas es
que reivindican a las minorías que por razones de sexo, raza o ideología no han
aparecido hasta ahora en la historia de la literatura. Ejemplos de esta
posibilidad la encontramos claramente en Sábado chico y Señora del Mar de Dante
Lecca. Aquí los actantes tienen una funcionalidad discursiva nueva para nuestra
literatura: asumen voces y roles que perpetúan lo cotidiano. Este discurso, que
sigue la onda del Realismo Minimalista de herencia norteamericana y que tiene
muchos seguidores en Lima, penetra en las urbes y reinstala conciencias
marginales que no habían aparecido antes.
Este criterio de
ex-centricidad que va desplazando los centros a los márgenes que son cada vez
más ambiguos, tiene el peligro de la falta de profundidad que muchas veces se puede
apreciar en nuestra literatura, ya sea en cuentos, relatos, seudocuentos,
novelas, seudonovelas, donde se tiende a la facilidad de la comprensión. Esto
conlleva la trivialidad de lo literario.
Este último
criterio lo ofrece la voz narrativa de Marco Merry, que desatendiendo un rigor
técnico privilegia la argumentación minimalista. Los personajes de sus libros:
niños, profesores, adolescentes marginados se caracterizan por su dinámica
actancial antes que por su profundización psíquica. Lo mismo ocurre con Los
cutreros y Zapatos Rotos de Orbegozo, en el mismo criterio están Sobre el
Arenal de Marco Cueva, La Noche Imposible y otros disparates de Alvares Zuñe, y
los textos de Dante Lecca
La mayoría de los
textos narrativos tienen un hambre argumental que a su vez se satisface con
estereotipos imaginativos y emotivos, como en el caso de Marco Merry (Rivarola,
1988). Este proceso se explica en parte por la relación entre los textos y su
destinatario, los cuales generalmente vienen hacer los escolares. Cuando los
autores buscan identificar la esencia de un puerto en la representación de
personajes- tipos como pandilleros, escolares, pescadores, por lo general el
repertorio para esta configuración no precipita la simbolización del sujeto
descentrado, sino la anécdota que satisface la atención lectora.
En esta misma
marginalidad de contexto y de falta de rigor en la construcción de un universo
que debe ser autorreferencial, se ubica el fallido cuento de Francisco Vásquez
Carrillo, denominado El Justiciero Ideal.
En un mejor nivel
estilístico, pero en el ámbito poético encontramos a Antonio Sarmiento
enarbolando la onda de lo marginal y de los bordes. Dentro de su postulado miccional,
que en principio pretende ser una concepción anti-postmoderna, resulta por su mismo
desparpajo y por adentrarse en lo subterráneo, (recuperación paródica del
graffiti, las historietas), un discurso postmoderno. Aquí lo marginal está
meditado para ser una recurrencia estratégica. Por ejemplo su historieta Ángeles
Caídos, lo mismo que su poemario Cantos de Castor, es parte de esta típica
propuesta. Aquí el mundo parece devorarse a sí mismo. De allí que el sujeto
enunciador, su ideología y su lenguaje no son de la modernidad, sino que se
instauran en la lumpenización (Sarmiento, 1999).
c) El escepticismo y la ironía
La moralidad y lo
signos de lo moderno parecen haberse desgastado en una lenta caminata hacia el
relativismo. Una vez impuesto el criterio de que las sociedades parecen no
avanzar —como dice Jhon Zarzán—, el pesimismo corrosivo se levanta como una
gran ola que buscar arrasar lo que emblematice lo caduco y nefasto. En la nueva
literatura chimbotana el escepticismo como testimonio de la época se levanta
fundamentalmente contra el sistema. No me refiero a los textos de intenciones
sociales definidas como en algunas referencia de Julio Orbegozo, sino en
aquellos que dejan el residuo de un deseo insatisfecho, como diría Saniel
Lozano para referirse a Sábado Chico (Alborada, 2003). En narrativa el
escepticismo abrasa a la mayoría de los libros de este género, excepto en
aquellos donde el predominio de la religiosidad se impone como rescate de una
ética definida de sus autores, como son los casos de Marco Merry o Félix Ruiz
Suárez. Este desparpajo, a veces cargados de un escepticismo irónico, se puede
apreciar en algunos cuentos de Roger Antón, Enrique Tamay y Dante Lecca. En los
textos de éste último, los personajes, no obstante estar sumergidos en el
territorio de la fatalidad social, el humor como estrategia mimética del
coloquialismo le permite enfrentar la desdicha y el desencanto. En similar
dimensión se aprecian en lo textos que conforman Monólogos para Leonardo de
Ricardo Ayllón.
La ironía es
intrínseca al desarrollo del escepticismo. Descreído de los metarrelatos el
autor posmoderno buscar desprestigiarlo con sus juegos y
malabarismos
temáticos. Esta irreverente visión que ha heredado del relativismo nietzcheano
se manifiesta en el terreno de la poesía con Antonio Sarmiento a través de Cantos
de Castor, Ángeles Caídos y en Miguel Rodríguez Liñán con Cadastro. Para el
primero la sociedad actual está colapsando por el peso de sus contradicciones.
Su poesía es el fiel reflejo –según lo manifiesta él mismo en su propuesta miccional—de
la civilización de consumo. (Sarmiento, 1999). De igual modo su texto Ángeles
caídos por su misma referencia subterránea, enfrenta al caos desde el caos. Por
su parte Cadastro, desmitifica el sentido de la belleza del verso como
referencia moderna. Añade a su propia función poética –cuestión que no anula el
catalogar estos poemas de Liñán de antiestéticos—vocablos del entorno
económico. Ayllón al referirse a este poemario lo califica de antipoético, de
parodiante, cuestión que resulta ser adecuada, al margen de que su poeticidad
tenga un extravagante juego de signos. En estos malabares la idea de función
poética clásica de Roman Jakobson y el binarismo significado/significante
parecen colapsar, acercándose más al discurso de Jacques Derrida.
La ironía, por lo
tanto, en el postmodernismo tiene siempre una referencia a la negación, al
desparpajo, al dulce cinismo de la inconformidad (caso Jaime Guzmán en sus
relatos marginales). Por eso es que el humor que pueden ofrecer otros relatos,
como el de Marco Merry y Leonidas Delgado sean más modernos que postmodernos.
La celebración festiva de sus entornos personales los adueña de una eficacia
sólo mimética.
d) Amagos intertextuales
La
intertextualidad postmoderna en literatura se manifiesta como una forma de
parodiar a otros textos o incluir en el texto nuevo un concurso de estilos como
el collages, donde se mezclan formas o se intenta satirizar u homenajear el
pasado. En la literatura actual de chimbote no se muestra esta característica
con una nitidez que permita extraer conclusiones definibles; no obstante, hallamos
en Jaime Guzmán, con sus textos firmados con seudónimos sugerentes y sus
cuadros narrativos sui géneris una estructura parodiante.
Por otro lado las
muestras experimentales que hallamos en la poesía de Ricardo Ayllón con
DES/NUDOS, donde recupera estéticas vanguardistas, homenajea el conceptismo de
la síntesis entre poesía y pintura. En este mismo rubro Ricardo Cotrina tiene
poemas intertextuales que se alternan con viñetas surrealistas. Aquí busca
darle a las palabras un estilo que se despoje de la significatividad moderna
para adquirir en la nueva estructura un diseño que juegue con las competencias
del lector.
Los textos de El
anciano y la Serpiente de Félix Ruiz Suárez no son postmodernos a pesar de que
se estructuran en torno de la parábola y de la fábula, debido a que la
funcionalidad de los signos son conservadores. No hay irreverencia. El aparente
homenaje al pasado se diluye por esta referencia moralista.
1.2. CARACTERÍSTICAS EN LA EXTRATEXTUALIDAD
a) Reconocimiento de nuestra axiología
literaria dentro del sistema
Una vez desplazado
el criterio de que la verdad era absoluta o pertenecía una élite como en el
modernismo, los artistas posmodernos fracturan las verdades y las relativizan.
Este criterio, repito, que se hereda desde las comarcas de Nietzche otorga a
las particularidades (regiones) el reconocimiento de que su axiología tiene
validez universal. Por eso el criterio de Literatura Chimbotana es reconocible.
En este contexto coincido con la idea de Gonzalo Pantigoso cuando incorpora la
visión regional al signo de lo nacional. El centro se ha roto para siempre, el
centralismo está condenado a sucumbir en su propia contradicción. No lo harán
los actores culturales, lo hará el propio cáncer que ya lo esta aniquilando.
Por eso que la pluralidad de voces se está haciendo escuchar cada vez más en
los discursos regionales. Lima va dejando de ser el epicentro de la
modernización y dentro de algunos años otros mecanismos gobernarán el curso
dialéctico social. En chimbote se percibe este reconocimiento de los escritores
que están convirtiendo los textos en pretextos (crítica literaria).
b) Masificación del producto y
multiplicación organizativa
Hay cierta coincidencia en que el boom de la literatura chimbotana, en el orden
de las publicaciones, obedece a la era de globalización. Si bien es cierto,
como dice Rafael Pineda Reyes, de que la literatura regional tiene poca fuerza
para competir todavía afuera, por la primacía de los autores consagrados
(Alborada, 2003), no obstante la creciente masificación de ventas en la
localidad obedece a una nueva visión de la literatura. No es coincidente que la
narrativa se venda más y que la poesía quede relegada al conjuro monacal de la
crítica. Las continuas reediciones de Todo por Amor y Del Mar a la Ciudad, fenómenos
singulares en comparación con el resto de provincias, son ejemplos de esta
direccionalidad. A esto se unen autores que compiten por entrar al mercado que
es básicamente escolar. Por eso no se casual que muchos poetas incursionen en
la narrativa, campo que les ofrece un mayor universo de lectoría.
También en esta
nueva era la literatura busca otros medios de difusión como el uso del
Internet. La aparición de Navíos, revista virtual que nace con la colaboración
de Javier Urbano, Ricardo Ayllón y otros, se une al Ornitorrinco, en cuyos
canales se viene publicando los textos de poetas y narradores locales.
El producto se
abarata, la masificación crece y las voces relegadas van alcanzando un sitial
en la narrativa y en la poesía, como es el caso de las periódicas publicaciones
que hiciera Víctor Hugo Alvítez, con sus series Cuéntame maruchita y Remando.
Por otro lado las
organizaciones y voces alumbradas por la emotividad y el deseo de querer
perpetuar el presente se multiplican. Esto es un típico anuncio de la
posmodernidad. Es que el ser humano al irse diluyendo tiene la necesidad de
dejar huella. Bajo este crisol surgen nuevas revistas, nuevas plaquetas. Ya sea
en forma individual o grupal el artista chimbotano busca potencializar su
escritura y su voz en la totalidad del producto. A veces se mueve más por el
entusiasmo que por el rigor técnico y lingüístico. Tampoco les importa si
emergen para vivir por un día y para ser olvidados por su no persistencia en el
trabajo literario. Esta discontinuidad es una típica marca de lo postmoderno.
c) Deconstruccción del término Escritor
Moderno
Esta
característica, al igual que las otras mencionadas, se inserta en casi todas
las llamadas Literaturas Regionales del Perú. Se ha desmitificado el término de
escritor como se lo consideraba dentro de la Modernidad. El escritor no es más
el que representaba la conciencia de su comunidad nacional. La multiplicidad de
voces y de valores contrarresta esta postura, al margen de que los escritores
consagrados (Caso Vargas Llosa) sigan esta perspectiva.
Por lo tanto
partimos de una noción simple: si existe literatura chimbotana es lógico que el
término escritor adquiera una nueva significatividad. El relativismo cultural y
la deconstrucción enseñan que los metatextos que asumen una visión crítica
cerrada para convertirse en filtros estéticos son absolutamente interpretables.
¿Cómo definir la verdad con respecto a esta idea? ¿Quién tiene la verdad para
tipificar lo bueno de lo no bueno? Esto se aclara según Lyotar performativamente,
es decir mediante el uso de un cierto poder de decir de los participantes. Por
lo tanto el término escritor chimbotano es un concepto que reconoce la
pluralidad de voces, que asume que la verdad antes diseñadas sobre un centro
único ha caducado. Otra cuestión es catalogar al escritor dentro de jerarquías
valorativa. En esto concurre el criterio del metatexto y la cooparticipación
efectiva de sus sujetos enunciadores (escritores) y donde se considere que todo
texto sea capaz de ser asumido como un pretexto que requiera su deconstrucción.
Ahora el peligro de este concepto Escritor reside en llevar al extremo la idea de los bordes, como decía Lyotard. Cuando la literatura se trivilializa en su intención estética, cuando los medios tienen el desparpajo de producir sin tregua porque el sujeto asume su verdad como la verdad y, cuando el receptor es incapaz de asumir un juicio definido, surgen sujetos enunciadores que aprovechan estos márgenes. No faltará en este sentido una banalización de la literatura para desembocar en lo sub-literario y hasta caer en la negación de la misma. Esto va más allá de lo estrictamente textual, y tiene que ver con el lector y texto. Es increíble que existan receptores que pueden aceptar seudonovelas como Renacimiento del Amor, de peligrosa circulación en los medios escolares chimbotanos. Esto está motivado muchas veces por docentes carentes de todo criterio. La absoluta precariedad de este discurso y la confianza autodeterminativa de su autor, nos muestra el riesgo en que se cae cuando los instrumentos de la postmodernidad –en el contexto social- se vuelven extremos.
Ahora el peligro de este concepto Escritor reside en llevar al extremo la idea de los bordes, como decía Lyotard. Cuando la literatura se trivilializa en su intención estética, cuando los medios tienen el desparpajo de producir sin tregua porque el sujeto asume su verdad como la verdad y, cuando el receptor es incapaz de asumir un juicio definido, surgen sujetos enunciadores que aprovechan estos márgenes. No faltará en este sentido una banalización de la literatura para desembocar en lo sub-literario y hasta caer en la negación de la misma. Esto va más allá de lo estrictamente textual, y tiene que ver con el lector y texto. Es increíble que existan receptores que pueden aceptar seudonovelas como Renacimiento del Amor, de peligrosa circulación en los medios escolares chimbotanos. Esto está motivado muchas veces por docentes carentes de todo criterio. La absoluta precariedad de este discurso y la confianza autodeterminativa de su autor, nos muestra el riesgo en que se cae cuando los instrumentos de la postmodernidad –en el contexto social- se vuelven extremos.
Autor: ELVIS JOE TERRONES RODRÍGUEZ.
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